LA FE, EL AMOR Y LA OBEDIENCIA

1 JUAN 5:1-5 

El apóstol Juan es muy directo, claro y práctico:

 

I. La fe en Jesucristo muestra que somos nacidos de Dios. “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios.” 1Jn 5:1a. Implica creer todo lo que la Biblia dice acerca de Jesucristo, que es Dios eterno,

Jn 1:12-13; 3:14-18, 36; 6:47; Tit 3:5-6.

La fe en Cristo nos transforma, no nos mejora; y esta transformación es irreversible por la obra del Espíritu de Jesucristo,

La fe en Jesucristo cambia nuestros pensamientos e ideas. Cambia todo nuestro ser.

Se trata de un nuevo nacimiento, una nueva creación, 2Co 5:17; Ga 6:15.

La antigua manera de ser y pensar no tiene cabida en esta nueva vida, Mr 2:21-22.

La religión no tiene nada que ver con  la nueva vida en Cristo.

 

La fe en Jesucristo transforma nuestra relación con Dios y con  nuestros hermanos.

a) Amamos a Dios, 1Jn 5:1b, aprendemos a hacerlo, Dt 6:5; 10:12-13; Sal 18:1; 42:1; 73:25-26; 84:1-2; 116:1-2. Se repite en el NT,  Mr 12:30-31; 1Jn 4:19.

 

b) Si amamos a nuestro Padre Dios, amaremos también a los que son hijos del mismo Padre, 1Jn 5:1c. Cristo nos hizo miembros de la familia de Dios (Ef 2:19; Jn 1:12; Ga 3:26-28) y los otros nacidos de nuevo son nuestros hermanos, hijos del mismo Padre.

Es Dios el que determina quiénes son los otros miembros de la familia, no nosotros. Hemos sido llamados simplemente a aceptarlos y a amarlos. ¿Cómo tratas tú a los miembros de la familia de Dios?

II. Cuando amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos,  sabemos que amamos a los hijos   de Dios, 1Jn 5:2-3.

a) La obediencia a Dios es  la prueba de nuestro amor a Dios, Jn 14:15, 21-23, cf. V 24;

1Sm 15:22-23. Ejemplo de nuestro Señor, Jn 15:10.

b) Sus mandamientos no son gravosos (pesados, fastidiosos) Mt 11:29-30; Sal 40:8, porque los beneficios prácticos de obedecer las leyes de Dios hacen que vivamos bien, libres, con satisfacción y gozo. No tenemos que ocultar nada, no pasar vergüenza, no remordimientos ni culpa, etc. Así que digamos con el salmista, Sal 119:16, 24, 47, 77, 97, 103.

III. Todo el que es nacido de Dios vence al mundo por la fe, 1Jn 5:4-5.

Nuestra seguridad de que Jesucristo es el Hijo de Dios, o sea Dios mismo con los atributos de Dios, nos trae victoria sobre el mundo, y podemos derrotar las tentaciones y las persecuciones que se nos presentan en este sistema mundial sin Dios. Jn 16:33; 1Jn 3:9; 4:4; Ef 6:16. El genuino hijo de Dios no se deja atrapar por el mundo y sus tentaciones, ni vuelve atrás. En Cristo estamos en un proceso irreversible de transformación, Ap 12:11.

Todos los seres humanos son esclavos de alguna manera de las costumbres, opiniones o intereses del mundo; pero para nosotros, los hijos de Dios, la fe es la causa de la victoria, el medio, el instrumento, la armadura espiritual por la cual vencemos. Es por esto que el sistema mundial ya no nos llama la atención y lo despreciamos.

Los cristianos, por el poder del espíritu Santo, aprendemos a renunciar a las cosas de este mundo  y a vencerlo, ya no estamos satisfechos con este mundo y ponemos nuestra mira en Cristo, Col 3: 1-3. Todos debemos vencer al mundo o el mundo nos vencerá para nuestra ruina.

¡Cuántos que parecían ser hijos de Dios volvieron al mundo derrotados por el sistema! 2P2: 20-22. Nosotros continuaremos adelante dando la espalda al mundo y poniendo los ojos en Jesús, He 12:1-2. ¿Lo haces siempre?

IV. Algunas recompensas para los vencedores:

a) Ap 2:26. “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones.” 

b) Ap 3:12. “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones” 

c) Ap 3:21. “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.

d) Ap 21:7. “El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.” 

Tú, si eres un hijo de Dios, si crees que Jesucristo es el Señor, el Hijo de Dios, ya eres más que vencedor por medio de aquel que nos amó  (Ro 8:37). Y todo lo puedes en Cristo que te fortalece (Fil 4:13).

Así que adelante, tienes la victoria asegurada, sólo decide seguir al Señor y obedecerlo.

1Co 15:57-58